lunes, 28 de diciembre de 2009

Uvas.


Las uvas contienen fitoquímicos que ayudan a reducir el riesgo de cardiopatías, cáncer y apoplejía. Además de las uvas, también el vino tinto, el zumo de uva y las pasitas son ricos en compuestos contra diversos males.

Las uvas contienen:
· Ácido elágico: Se cree que este ácido fenólico de las uvas protege los pulmones contra toxinas ambientales.
· Antocianinas: Algunos estudios indican que estos pigmentos de uvas rosadas y negras suprimen el crecimiento de las células tumorales.
· Flavonoides: Las uvas contienen altos niveles de estos pigmentos antioxidantes buenos para el corazón, que pueden evitar coágulos en la sangre. Los zumos de uvas rosadas y negras son ricos en flavonoides, que ayudan a evitar que el colesterol LDL obstruya las arterias y cree bloqueos que lleven a ataques cardíacos.
· Pectina: Fibra soluble que puede ayudar a bajar el colesterol LDL.
· Quercetina: Flavonoide relacionado con riesgo reducido del desarrollo de cáncer, también puede reducir coágulos en vasos sanguíneos, y aliviar a personas con dolencias respiratorias.
· Resveratrol: Este fitoquímico de la piel de las uvas se ha relacionado con la capacidad para combatir el cáncer, para bajar el colesterol y capacidad para prevenir apoplejías.

Para obtener los máximos beneficios de las uvas, seleccione variedades rosadas o negras, que contienen mayores concentraciones de compuestos saludables.

La uva es una fruta muy completa, rica en azúcares, fibra, minerales como potasio, calcio y magnesio, vitaminas A, C, B1, B2 y PP. Es digestiva, diurética y laxante. Aporta unas 85 calorías por cada 100 gramos. Dado su alto contenido en azúcares deben evitar consumirla tanto los diabéticos como los que estén realizando un régimen de adelgazamiento.

Las buenas uvas no brillan y tienen el tallo verde y flexible. Rechaza siempre las húmedas y las muy pequeñas, arrugadas o con indicios de moho. Son mejores aquellos racimos que presenten los granos separados, pues esto indica una mejor maduración.
Una vez las tengas en casa, no deben lavarse antes del momento de consumo, porque de lo contrario se reblandecen. Lo mejor es guardarlas en el frigorífico sobre papel absorbente para que pierdan cualquier indicio de humedad. Se conservan en óptimas condiciones durante 3 ó 4 días.

La uva puede también emplearse para preparar suculentos platos: desde asados al horno en los que ejerce de acompañamiento ideal, hasta ensaladas o pasteles. Por otro lado, además de utilizarse para elaborar vino, también puede beberse su zumo, el mosto, que además de ser refrescante resulta muy energético, pues tiene un alto contenido en hidratos de carbono directamente asimilables por el organismo. El mosto es asimismo un excelente depurativo y resulta cardiosaludable.

Fuente: Defienda su salud comiendo, Clara.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Un invierno sin catarros.



Resfriados, catarros, tos, gripe, dolor de garganta,…Cuando se va el calor, llegan los gérmenes e infecciones invernales. Si quieres reforzar tu salud para protegerte de los trastornos del frío, aprovecha los “remedios comestibles” de tu despensa.

A medida que descienden las temperaturas, debes elevar tus defensas naturales para hacer frente a las poco severas pero molestas enfermedades del frío. Cuanto más practiques las monodietas de temporada, ingieras las comidas que refuerzan tu salud y sistema inmunológico, y tomes los suplementos más protectores, menos tendrás que acudir al médico y a la farmacia.

Vitamina C: Todo un clásico vigente.

Las investigaciones demuestran que el consumo de ácido ascórbico no sólo contribuye a reducir los síntomas de los resfriados y su duración, sino que además ayuda a prevenirlo. Si el consumo de vitamina C es aconsejable durante el año, no hay que descuidarlo en la temporada fría, cuando incluso conviene reforzarlo. Esta sustancia reduce el nivel en la sangre de la histamina (una sustancia que puede ocasionar inflamación de los tejidos y mucosidad nasal) y además refuerza las defensas naturales del organismo frente a los gérmenes. Algunos expertos creen que el efecto reforzador de la inmunidad de la vitamina C también beneficia a las personas con gripe.

Distintos estudios indican que tomar megadosis (de un gramo o más, varias veces al día) de vitamina C al inicio de los primeros síntomas del resfriado, puede detener su progreso o reducirlo, pero este efecto aún se discute y las dosis superiores a 1200 mg pueden producir diarrea. Lo más aconsejable es reforzar la inmunidad frente a los virus y bacterias, aumentando su presencia en la dieta y bebiendo zumos de las frutas que más la contienen.

Los alimentos más ricos en vitamina C son las naranjas y otros cítricos, las fresas, arándanos, frambuesas, pimiento verde, perejil, col de Bruselas, brécol, melón y tomate. También lo encontrarás en espárragos, guisantes, patatas, piña, maíz y plátanos.

Zinc: El gran enemigo de las infecciones.

Un sistema inmunitario vigilante, que funcione bien, depende de que se le aporte la cantidad adecuada de zinc cada día; incluso una deficiencia moderada de este mineral reduce las defensas ante las infecciones y enfermedades.

Algunos expertos recomiendan tomar dosis altas de zinc desde que ataca un resfriado hasta que desaparezca su último síntoma, para reducir la duración y gravedad de la dolencia. Pero otros estudios indican que la dosis de 25 mg, como las que se recomiendan tomar 8 veces al día para cortar el catarro, pueden menguar las defensas si se toman durante 6 meses, y además los suplementos suelen causar molestias gástricas. Lo mejor es obtenerlo a través de la alimentación.

Las personas vegetarianas, las que siguen dietas bajas en calorías o aquellas que efectúan una intensa actividad física, pueden sufrir déficits de este mineral. Para fortalecer tus defensas, mantén un consumo regular de alimentos ricos en zinc: hígado, ostras, mariscos, vaca, cerdo, cordero, aves, leche, yema de huevo, pan, cereales integrales y germen de trigo.

Proteínas: En su justa cantidad y calidad.

En invierno hay que reequilibrar el consumo de proteínas, los compuestos orgánicos más importantes del cuerpo, ya que son decisivas para las funciones vitales, forman el armazón de los tejidos, mantienen las células y son una pieza clave del sistema inmunológico. Desde los cartílagos, músculos y huesos, hasta las hormonas y enzimas digestivas, todo son proteínas, también imprescindibles para que el cuerpo produzca los anticuerpos para combatir las infecciones.

Es aconsejable redistribuir su ingestión para llegar a los niveles recomendados: 40% de proteínas de alto valor biológico (origen animal) y 60 % de fuentes vegetales (ricas en antioxidantes y protectores, vitaminas y minerales), recortando las de las carnes rojas.

Las fuentes proteicas animales más saludables son el pescado, el huevo, la leche y sus derivados; entre las vegetales, cereales, legumbres, frutos secos y soja. Si comes a mismo tiempo legumbres, cereales y tubérculos obtienen un valor equivalente al de la carne, ya que sus proteínas se complementan entre sí.

Los alimentos estrella.

· Agua: Aunque no es nutritiva, es un sustento vital para la salud. Bebe abundantes líquidos (agua, sopas, zumos, leche, infusiones) durante el día; ayudan a depurar e hidratar tu sistema respiratorio.
· Yogur: Como mínimo 2 ó 3 veces a la semana toma un yogur con bífidus. Sus bacterias colonizan favorablemente el intestino e impiden que lo invadan los microorganismos perjudiciales.
· Soja: Tanto la judía de esta saludable legumbre oriental, como sus derivados (tofu, tempeh, harina, leche) contienen una de las proteínas más nutritivas y completas que existen.
· Ajo: Este bulbo tiene una larga tradición en la lucha contra los catarros, al fortalecer el sistema inmunitario y protegernos contra el virus gripal, ya que estimula la producción de anticuerpos.
· Sopa de pollo: Hace 800 años el médico egipcio Maimónides ya recomendaba este caldo, que estimula el goteo nasal y reduce el tiempo que los virus del resfriado pasan dentro de la nariz.
· Picante: Las comidas picantes, como las aderezadas con guindilla, curry y chile, hacen mucho más fluida la mucosidad, lo que contribuye a descongestionar la nariz y aumentar la expectoración.
· Cebolla: Comer abundante cantidad de esta verdura, cruda o cocinada y usada como descongestionante en los herbolarios, ayuda a aliviar los síntomas del resfriado y a elevar la inmunidad.
· Té verde: Usado en la medicina china para reforzar la inmunidad y como tónico general, ha combatido el virus gripal en pruebas de laboratorio, combatiendo también la fiebre.


Las monodietas.

Las monodietas basadas en el consumo de un solo alimento de temporada y la exclusión de las demás comidas, para que el trabajo digestivo se simplifique y el cuerpo asimile las sustancias nutritivas más rápido, ayudan a eliminar las toxinas acumuladas en el verano y a reforzar la salud ante el cambio de estación.

· Uva: Las vitaminas, minerales, compuestos antioxidantes y fibra de esta fruta de estación la dotan de cualidades desinfectantes, diuréticas, remineralizantes, laxantes y depurativas, que en conjunto elevan la inmunidad y la fortaleza orgánica, y ayudan a eliminar las sustancias nocivas. La cura consiste en tomar durante 3 días hasta 2 kilos diarios de uvas de distintas clases, repartidas en pequeñas tomas cada 2 ó 3 horas, acompañadas de 1-2 vasos de agua antes del desayuno y 2 litros de agua a lo largo de la jornada. Se desaconseja en personas con diabetes, úlcera gástrica o tendencia a la colitis y cálculos renales.
· Manzana: Esta alimentación es ideal para eliminar toxinas y líquidos retenidos, y de paso adelgazar algunos kilos, regular el intestino y purificar la piel. La monodieta debe durar 3 días consecutivos o también hacerse un día de la semana durante un mes y consiste en comer sólo manzanas de distintas variedades (hasta un máximo de 3 kilos en 24 horas) repartidas en 6 raciones a lo largo de todo el día. En principio, esta cura no está contraindicada en ningún tipo de personas.
· Macedonia: Esta monodieta de frutas, muy diurética y desintoxicante debido a su contenido en fibra que favorece el buen funcionamiento del intestino, es especialmente recomendable para las personas que se resfrían con frecuencia. Consiste en comer durante 2 ó 3 días consecutivos, de 1 a 1,5 kilos diarios de varias clases de frutas (manzanas, peras, uvas, naranjas) repartidos en seis raciones a lo largo de la jornada. Pero está contraindicada para las personas diabéticas, con tendencia a sufrir carencias nutricionales, con problemas intestinales, así como para las mujeres embarazadas o en periodo de lactancia.

Otros consejos.

Los alimentos inmunoestimulantes suelen ser los menos procesados y más próximos a su estado no adulterado. Entre los más saludables figuran el pan, los cereales integrales y legumbres, y sobre todo las frutas y verduras muy ricas en fitonutrientes que potencian la salud y combaten las enfermedades.

Las vitaminas A y E junto con el selenio son también decisivos para el buen funcionamiento de las defensas, y aunque no se suelen producir carencias nutricionales importantes de estas sustancias, un pequeño déficit basta para reducir la inmunidad, por lo que hay que asegurarse de ingerir los suficientes en la dieta, que se conseguirá siguiendo una dieta variada.

Los hidratos de carbono simples como el azúcar refinado (abundantes en refrescos, cereales de desayuno, bollería y alimentos procesados) dificultan la capacidad de lucha de las defensas orgánicas contra los gérmenes (limita su consumo) y el alcohol excesivo también deteriora la función inmune.

Fuente: Clara.


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lunes, 14 de diciembre de 2009

El huevo.


Los huevos son una maravilla de la naturaleza. Contienen una fantástica mezcla de proteínas de alto valor biológico, con todos los aminoácidos, agua, vitaminas y minerales.

En el frontispicio de la primera edición de su obra De generatione animalium (1651) William Harvey hizo figurar el lema Ex ovo Omnia – Todo proviene del huevo –. En algunos de los modernos museos de ciencia puede contemplarse hoy día cómo se produce la eclosión de los huevos de gallina, una vez que han transcurrido los 21 días de incubación. La idea inmediata es que el huevo lo contiene todo. Pero en realidad el óvulo que da origen al polluelo es la yema, pues la clara está constituida por sustancias alimenticias. La yema, que al abrir un huevo fresco se presenta bien redonda, se aproxima al 30% del peso de éste; tiene menos agua que la clara y es rica en lípidos (34%), predominando los de ácidos grasos saturados y el colesterol. Contiene también proteínas (16%), vitaminas liposolubles, fósforo y algo de hierro. Su coloración está en relación con la alimentación del animal; así, a mayor presencia de carotenos tendrá un color más anaranjado. A veces puede presentar trazas rojizas de sangre, que provienen del tracto de la gallina, antes de haberse formado la clara y la cáscara, y que, en contra de la creencia popular, no son indicador de que el huevo esté fertilizado. Puestos a deshacer presunciones, recordemos aquí también que el huevo fecundado no tiene ventajas – ni inconvenientes – nutritivos.

La clara, o albumen, llamado así por su color blanco, representa el 60% del peso del huevo y está formada por agua y unas 40 proteínas. No contiene grasas. En los huevos frescos puede observarse una zona, próxima a la yema, de mayor consistencia que no se desparrama. La albúmina es la proteína más abundante y se la considera como patrón, por su contenido en aminoácidos esenciales. Otra de ellas, la avidina, tiene la propiedad de impedir, si el huevo se toma crudo, la asimilación de la vitamina H, importante para el crecimiento. Por ello no es recomendable tomar muchos huevos crudos. Una curiosidad sobre la clara de huevo es que se trata de uno de los escasísimos alimentos que tienen carácter alcalino. Su pH es de 7,6 en el huevo recién puesto y va aumentando con el tiempo hasta 9,7.

El huevo es un potente cóctel de proteínas. En crudo son moléculas solitarias, unas cadenas de aminoácidos enrollados en ovillo que permanecen aisladas. Cuando se calientan, se baten o se encuentran en presencia de ácidos, esos ovillos se abren, exponiendo puntos por los que pueden enlazarse unas moléculas a otras, con lo que se crea una red tridimensional. Si el proceso continúa, se incrementan los enlaces y tiene lugar la coagulación, ya que las estructuras creadas no son solubles en agua. Si se prosigue el calentamiento, se separa el agua que retienen las proteínas y el huevo se endurece y seca. Es un proceso que en la cocina conocemos bien cuando se trata, por ejemplo, de hacer un revuelto.

La cáscara, constituida fundamentalmente por carbonato de calcio, representa el 10% del peso del huevo, y está perforada por entre 7000 y 17000 poros que permiten el intercambio gaseoso con el exterior. Es permeable al agua y su color depende de la raza de la gallina. En contra de lo que piensan muchas personas, los huevos blancos tienen la misma calidad nutritiva que los morenos. Bajo la cáscara existen dos membranas, que son estructuras proteicas que rodean la clara. En el extremo más plano forman la cámara de aire, tanto mayor cuanto menos fresco es el huevo. Por ello, los que tienen unas 4 ó 5 semanas tienden a flotar en el agua.

Los huevos son un modelo de versatilidad culinaria. Se pueden servir solos o encontrarse en salsas, postres, sopas, pudines, rellenos, cremas y otras preparaciones. Las formas más populares de tomarse un huevo son cocido, frito y escalfado. El añadir un poco de vinagre – un ácido – ayuda a que las proteínas coagulen a menor temperatura, con lo que quedará más blando. La clara se solidifica a una temperatura entre 60º - 65ºC, mientras que para coagular la yema son necesarios unos cinco grados más. Para una cocción óptima puede cubrirse el huevo con agua caliente, llevar a ebullición y dejar 10 minutos sin mucho calor. Todos hemos visto huevos con exceso de cocción: la clara adquiere una gran consistencia y la yema aparece recubierta de una capa verdosa, de sulfuro de hierro II.

Freír un huevo es una tarea considerada como de iniciación a la cocina, aunque hacerlo bien no resulta fácil, ni mucho menos. Es importante partir de huevos muy frescos. El aceite, abundante, no debe estar ni demasiado frío, ni tampoco hirviendo. La teoría dice que la temperatura ideal debe estar entre 125º y 140ºC. Obviamente, el aceite será de oliva. Con una espumadera se rocía el huevo con la grasa caliente, para lograr la coagulación superficial de la parte superior, mientras el interior permanece semilíquido.

Los huevos escalfados se consiguen abriendo el huevo en una taza de café o cucharón y dejándolo caer desde muy cerca en agua con algo de vinagre que está a punto de hervir, sin llegar a ebullición franca, ya que la turbulencia ayudaría a dispersar la clara. Es imprescindible partir de huevos muy frescos, para que la yema permanezca envuelta en el albumen, que formará un globo blanco. Se sacan con una espumadera cuando la clara haya cuajado.

Otros huevos.

Hasta la domesticación de las gallinas, hace unos 8000 años en China y la India, el ser humano se hacía con los huevos de las aves salvajes. El punto de partida para el consumo habitual de huevos en Occidente fue en el siglo V a.C., cuando en Grecia e Italia comenzaron a criar gallinas, aunque ya conocían el sabor de los de oca, pintada y pato. Para los amantes de lo exótico, los más asequibles hoy son los siguientes:

·Avestruz: El huevo puede pesar entre 1,5 y 1,8 kilos, lo que equivale aproximadamente a 24 de gallina, y tarda hasta una hora y media en cocerse. Tiene una cáscara dura, de unos 2 mm de espesor, con aspecto de porcelana y color crema-blanco brillante, con poros grandes y visibles, que es capaz de soportar el peso de una de estas aves – más de 125 kilos –, por lo que hay que abrirla con cuidado, pero con contundencia. Lo mejor es ayudarse de un destornillador y un martillo para hacer un orificio redondo en una de sus puntas. El huevo de avestruz tiene menos grasa que el de gallina, pero es de sabor fuerte y tiene mucha yema, por lo que se suele rebajar con agua para hacer tortillas. Puede dar para 15 personas.



·Pato: Los chinos son muy aficionados a estos huevos. Contiene una mayor proporción de albumen. La yema contiene más grasa que la del huevo de gallina. Son muy ricos en vitamina A y en las del grupo B. Normalmente se toman cocidos, y es curioso saber que tras la cocción la clara se vuelve algo azulada y la yema de un color naranja rojizo.



·Codorniz: La cáscara tiene diferentes patrones de dibujo, lo que en estado salvaje servía al ave para reconocer los propios. Pesan alrededor de 10 gramos y se cuecen en 5 minutos. Son más energéticos, ricos en hierro y vitaminas del grupo B que los de gallina. Tienen menor proporción de vitamina E.

Fuente: Muy Interesante.



Sitiopedia

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Las bayas.


Las zarzamoras, frambuesas, fresas, arándanos,… son una excelente fuente de energía que además nos aportan elementos tan importantes como son la fibra, folatos y fitoquímicos que ayudan a prevenir cardiopatías, cáncer y nos mejoran la memoria.

El ácido elágico posee la capacidad de prevenir la acción de ciertos carcinógenos y aparece sobre todo en zarzamoras, frambuesas y fresas.
La vitamina C siempre se relaciona con mejoras del sistema inmunitario y del tejido conectivo siendo las fresas y los arándanos donde se encuentran en mayor cantidad.
Los taninos participan en la eliminación de bacterias que colonizan el tracto urinario. Los arándanos y la zarzamora serían las bayas de elección en estos casos.
La quercetina es una flavonoide importantísimo que protege contra cardiopatías, cáncer y cataratas, además de disminuir los síntomas de alergias y asma.
Las antocianinas son esos pigmentos vegetales que presentan las bayas y que tienen un alto poder antioxidante. Gracias a ellas, los radicales libres son eliminados y se evita que causen males en el organismo.
El kaempferol es un flavonoide que participa en la disminución del colesterol LDL y se piensa que puede reducir la acción de algunos agentes carcinogénicos.

Las bayas se recomienda consumir de manera natural ya que la cocción aunque no destruye el ácido elágico, sí que elimina parte del folato y la vitamina C.

A pesar de que está en proceso de estudio, se comenta que es posible que los arándanos nos ayuden a combatir la pérdida de memoria. Aunque no se conoce aún el compuesto causante sí que se conoce que el motivo es su acción antioxidante sobre las neuronas.
Fuente: Defiende tu salud comiendo.