lunes, 21 de diciembre de 2009

Un invierno sin catarros.



Resfriados, catarros, tos, gripe, dolor de garganta,…Cuando se va el calor, llegan los gérmenes e infecciones invernales. Si quieres reforzar tu salud para protegerte de los trastornos del frío, aprovecha los “remedios comestibles” de tu despensa.

A medida que descienden las temperaturas, debes elevar tus defensas naturales para hacer frente a las poco severas pero molestas enfermedades del frío. Cuanto más practiques las monodietas de temporada, ingieras las comidas que refuerzan tu salud y sistema inmunológico, y tomes los suplementos más protectores, menos tendrás que acudir al médico y a la farmacia.

Vitamina C: Todo un clásico vigente.

Las investigaciones demuestran que el consumo de ácido ascórbico no sólo contribuye a reducir los síntomas de los resfriados y su duración, sino que además ayuda a prevenirlo. Si el consumo de vitamina C es aconsejable durante el año, no hay que descuidarlo en la temporada fría, cuando incluso conviene reforzarlo. Esta sustancia reduce el nivel en la sangre de la histamina (una sustancia que puede ocasionar inflamación de los tejidos y mucosidad nasal) y además refuerza las defensas naturales del organismo frente a los gérmenes. Algunos expertos creen que el efecto reforzador de la inmunidad de la vitamina C también beneficia a las personas con gripe.

Distintos estudios indican que tomar megadosis (de un gramo o más, varias veces al día) de vitamina C al inicio de los primeros síntomas del resfriado, puede detener su progreso o reducirlo, pero este efecto aún se discute y las dosis superiores a 1200 mg pueden producir diarrea. Lo más aconsejable es reforzar la inmunidad frente a los virus y bacterias, aumentando su presencia en la dieta y bebiendo zumos de las frutas que más la contienen.

Los alimentos más ricos en vitamina C son las naranjas y otros cítricos, las fresas, arándanos, frambuesas, pimiento verde, perejil, col de Bruselas, brécol, melón y tomate. También lo encontrarás en espárragos, guisantes, patatas, piña, maíz y plátanos.

Zinc: El gran enemigo de las infecciones.

Un sistema inmunitario vigilante, que funcione bien, depende de que se le aporte la cantidad adecuada de zinc cada día; incluso una deficiencia moderada de este mineral reduce las defensas ante las infecciones y enfermedades.

Algunos expertos recomiendan tomar dosis altas de zinc desde que ataca un resfriado hasta que desaparezca su último síntoma, para reducir la duración y gravedad de la dolencia. Pero otros estudios indican que la dosis de 25 mg, como las que se recomiendan tomar 8 veces al día para cortar el catarro, pueden menguar las defensas si se toman durante 6 meses, y además los suplementos suelen causar molestias gástricas. Lo mejor es obtenerlo a través de la alimentación.

Las personas vegetarianas, las que siguen dietas bajas en calorías o aquellas que efectúan una intensa actividad física, pueden sufrir déficits de este mineral. Para fortalecer tus defensas, mantén un consumo regular de alimentos ricos en zinc: hígado, ostras, mariscos, vaca, cerdo, cordero, aves, leche, yema de huevo, pan, cereales integrales y germen de trigo.

Proteínas: En su justa cantidad y calidad.

En invierno hay que reequilibrar el consumo de proteínas, los compuestos orgánicos más importantes del cuerpo, ya que son decisivas para las funciones vitales, forman el armazón de los tejidos, mantienen las células y son una pieza clave del sistema inmunológico. Desde los cartílagos, músculos y huesos, hasta las hormonas y enzimas digestivas, todo son proteínas, también imprescindibles para que el cuerpo produzca los anticuerpos para combatir las infecciones.

Es aconsejable redistribuir su ingestión para llegar a los niveles recomendados: 40% de proteínas de alto valor biológico (origen animal) y 60 % de fuentes vegetales (ricas en antioxidantes y protectores, vitaminas y minerales), recortando las de las carnes rojas.

Las fuentes proteicas animales más saludables son el pescado, el huevo, la leche y sus derivados; entre las vegetales, cereales, legumbres, frutos secos y soja. Si comes a mismo tiempo legumbres, cereales y tubérculos obtienen un valor equivalente al de la carne, ya que sus proteínas se complementan entre sí.

Los alimentos estrella.

· Agua: Aunque no es nutritiva, es un sustento vital para la salud. Bebe abundantes líquidos (agua, sopas, zumos, leche, infusiones) durante el día; ayudan a depurar e hidratar tu sistema respiratorio.
· Yogur: Como mínimo 2 ó 3 veces a la semana toma un yogur con bífidus. Sus bacterias colonizan favorablemente el intestino e impiden que lo invadan los microorganismos perjudiciales.
· Soja: Tanto la judía de esta saludable legumbre oriental, como sus derivados (tofu, tempeh, harina, leche) contienen una de las proteínas más nutritivas y completas que existen.
· Ajo: Este bulbo tiene una larga tradición en la lucha contra los catarros, al fortalecer el sistema inmunitario y protegernos contra el virus gripal, ya que estimula la producción de anticuerpos.
· Sopa de pollo: Hace 800 años el médico egipcio Maimónides ya recomendaba este caldo, que estimula el goteo nasal y reduce el tiempo que los virus del resfriado pasan dentro de la nariz.
· Picante: Las comidas picantes, como las aderezadas con guindilla, curry y chile, hacen mucho más fluida la mucosidad, lo que contribuye a descongestionar la nariz y aumentar la expectoración.
· Cebolla: Comer abundante cantidad de esta verdura, cruda o cocinada y usada como descongestionante en los herbolarios, ayuda a aliviar los síntomas del resfriado y a elevar la inmunidad.
· Té verde: Usado en la medicina china para reforzar la inmunidad y como tónico general, ha combatido el virus gripal en pruebas de laboratorio, combatiendo también la fiebre.


Las monodietas.

Las monodietas basadas en el consumo de un solo alimento de temporada y la exclusión de las demás comidas, para que el trabajo digestivo se simplifique y el cuerpo asimile las sustancias nutritivas más rápido, ayudan a eliminar las toxinas acumuladas en el verano y a reforzar la salud ante el cambio de estación.

· Uva: Las vitaminas, minerales, compuestos antioxidantes y fibra de esta fruta de estación la dotan de cualidades desinfectantes, diuréticas, remineralizantes, laxantes y depurativas, que en conjunto elevan la inmunidad y la fortaleza orgánica, y ayudan a eliminar las sustancias nocivas. La cura consiste en tomar durante 3 días hasta 2 kilos diarios de uvas de distintas clases, repartidas en pequeñas tomas cada 2 ó 3 horas, acompañadas de 1-2 vasos de agua antes del desayuno y 2 litros de agua a lo largo de la jornada. Se desaconseja en personas con diabetes, úlcera gástrica o tendencia a la colitis y cálculos renales.
· Manzana: Esta alimentación es ideal para eliminar toxinas y líquidos retenidos, y de paso adelgazar algunos kilos, regular el intestino y purificar la piel. La monodieta debe durar 3 días consecutivos o también hacerse un día de la semana durante un mes y consiste en comer sólo manzanas de distintas variedades (hasta un máximo de 3 kilos en 24 horas) repartidas en 6 raciones a lo largo de todo el día. En principio, esta cura no está contraindicada en ningún tipo de personas.
· Macedonia: Esta monodieta de frutas, muy diurética y desintoxicante debido a su contenido en fibra que favorece el buen funcionamiento del intestino, es especialmente recomendable para las personas que se resfrían con frecuencia. Consiste en comer durante 2 ó 3 días consecutivos, de 1 a 1,5 kilos diarios de varias clases de frutas (manzanas, peras, uvas, naranjas) repartidos en seis raciones a lo largo de la jornada. Pero está contraindicada para las personas diabéticas, con tendencia a sufrir carencias nutricionales, con problemas intestinales, así como para las mujeres embarazadas o en periodo de lactancia.

Otros consejos.

Los alimentos inmunoestimulantes suelen ser los menos procesados y más próximos a su estado no adulterado. Entre los más saludables figuran el pan, los cereales integrales y legumbres, y sobre todo las frutas y verduras muy ricas en fitonutrientes que potencian la salud y combaten las enfermedades.

Las vitaminas A y E junto con el selenio son también decisivos para el buen funcionamiento de las defensas, y aunque no se suelen producir carencias nutricionales importantes de estas sustancias, un pequeño déficit basta para reducir la inmunidad, por lo que hay que asegurarse de ingerir los suficientes en la dieta, que se conseguirá siguiendo una dieta variada.

Los hidratos de carbono simples como el azúcar refinado (abundantes en refrescos, cereales de desayuno, bollería y alimentos procesados) dificultan la capacidad de lucha de las defensas orgánicas contra los gérmenes (limita su consumo) y el alcohol excesivo también deteriora la función inmune.

Fuente: Clara.


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